Monday, June 03, 2013

Fragmento de Hombres de la piedra VI


Fragmento del capítulo VI de Hombres de la piedra, novela escrita por un servidor en el periodo 1999–2005. Tómenlo como un cuento. No resisto guardarme este fragmento porque es uno de mis preferidos:

Al alba, el guerrero se eleva hasta superar la atmósfera de Xoraa. Las estrellas lo rodean cuando, por primera vez, busca poner en práctica todo lo que aprendiera en este mundo y en Taurán, donde su alta velocidad le permitió descubrir una nueva forma de viajar. Como le ha sucedido tantas veces, pierde la vista por un instante. Ahora entiende que es la expulsión de energía por los ojos, y sabe que puede controlarla: lanzar los halos de la luz creadora sin dejar de ver. Su cuerpo se tensa, y si pudiera oírse, escucharía sus propios gritos.
El cosmos le abre portales. Al fondo, en una parte con pocas estrellas, una gran luz con un disco negro en el centro cobra forma. él se sobrepone a la ceguera y avanza. Todos sus sentidos están excitados, incluso el olfato: a su nariz llega un nuevo aroma, dulzón y penetrante. El forastero de todas las estrellas lo atribuye a los gases de esa naciente forma galáctica que le convoca. El miedo pasa junto a él varias veces, pero en ninguna consigue quedarse. La gran luz sigue creciendo, y en ese momento el testigo de su nacimiento pierde noción de la distancia. Se pregunta si realmente aumenta de tamaño o sólo es que él se acerca. O ambas cosas. No sabe nada. Prefiere reír ante la magnificencia de este claroscuro cósmico.
Al irse la idea del tiempo, la mente del forastero llega al acmé de su locura. El brillo de las estrellas se vuelve borroso, como cuando se ve a través de un cristal mojado. Pronto descubre que lo que hay en el centro de la luz es un poderoso agujero negro que lo arrastra entre la inmensa cascada de materia y energía que se dirige a su interior.
él pierde los sentidos. Todos. Los viejos y los nuevos. La oscuridad acaricia su mente, al parecer irremediablemente amnésica. Un limbo perfecto le rodea. Vacío total. Silencio. Todo es perfecto para reconocerse. Solo consigo mismo. Lo único que ve, escucha y siente es su propio ser. 
Entonces vuelve el miedo, y esta vez se queda. El equilibrio de la penumbra se desgarra. Miedo. Dolor. Indignidad ante el vacío. Ineptitud ante la inmensidad. él grita cuando se da cuenta, y al escucharse las lágrimas ruedan por sus mejillas. El recuerdo vuelve con la cordura, pero el portal se cierra. 
El espacio es un mar de decepciones. Mira los colores de los planetas y se siente inútil. Por un instante comprendió la verdad y la dejó ir. Se recrimina haber salido de ahí: el aleteo de su espíritu, la pasión, la nada... se acusa de crear un mundo lo suficientemente bello como para destruirlo en un instante. Se ve ante la vida y la muerte. Conoce muy bien ambas. Ahora, bajo la luz de la trivialidad, invoca el absoluto: la oscuridad da miedo, la luz lo es todo. Permanece sin la verdad, y cree estar completo. Creyó estar completo. Durante eones la historia ha sido incapaz de tocarle, y ahora ha huido al sentir el fin de todos las dimensiones.
él es incapaz de contar el tiempo que le toma sobreponerse e intentarlo de nuevo. Una vez más, su energía incolora brota luego de un grito. Los portales se contraen antes de expulsar la luz y mostrar la ventana a lo insondable. Al forastero le es posible percibir por primera vez la expansión del universo, y es entonces cuando se siente seguro de estar ante los límites de éste. Las ínsulas de luz en la interminable penumbra producen gruñidos perceptibles para la mente y no para el oído. Millones de agujeros negros... millones de latidos cósmicos. Belleza eterna. El miedo vuelve poco a poco, pero esta vez es derrotado por las impresiones ante la inmensidad.
Los ojos ciegos a la materia han conseguido ver, por fin, lo que hay más allá de todo. él pasa un mar de colores y sensaciones cuyo recuerdo es borrado de inmediato ante la siguiente estimulación. Su cuerpo se pierde luego del primer embate de la fuerza expansiva, pero su mente pasa. Sabe que, suceda lo que suceda, nunca más volverá a ser el mismo, ya que ha sido capaz de comprender lo que ocurre con todo lo que los agujeros negros devoran. 
Ningún limbo es comparable a la infinita nube giratoria que el recién llegado percibe. O cree percibir. El silencio es sólo aparente, pues aunque sus oídos siguen sin captar nada, miles de millones de rumores acarician su cerebro. El ayer y el mañana. Todas las distancias. Todos los tamaños. Todas las dimensiones. Todos los colores. Todas las formas. Sin duda, el nuevo fantasma debería ser la locura, pero hay otra cosa que él recibe en su totalidad al estar en ese sitio: la paz.