Sunday, October 14, 2012

CHRISTINA CONTRA LOS MODISTOS GAYS
Hace tiempo que me simpatiza Christina Aguilera. No soy su fan empedernido ni colecciono sus discos, pero ha hecho musicalmente lo necesario para convencerme de que está lejos de ser un banal producto comercial tipo Britney. Es bella, talentosa y en su disco Back to basics demostró –al menos desde mi punto de vista– que si hubiese aparecido en los años 30, 40 o 50, sin llegar quizá a ser una gran estrella, sí hubiera brillado como cantante casi de la misma forma. Y eso significa ponerla en una época en que las buenas cantantes abundaban. Si alguien no está de acuerdo con ello debe admitir, como mínimo, que la mujer sí sabe cantar. Si no quieren admitir ni siquiera eso, pasen al blog o al muro siguiente.
Esa simpatía de la que escribo ha aumentado considerablemente al verla aparecer como lo ha hecho en los últimos meses, mostrando orgullosa sus nuevas curvas, desafiando con ello todos los lamentables cánones de la belleza femenina de nuestra época. Cuando uno observa sus fotos puede ver también el patrón que en general siguen los comentarios al respecto: las mujeres criticándola por su “gordura” y los hombres enviándole una lluvia de elogios a su figura. Es ahí donde me pregunto: ¿es tan difícil captar el mensaje? ¿Por qué hay mujeres que no terminan de entender que para los hombres la anorexia definitivamente no tiene nada de atractiva? Insisto: para los hombres. Si me salen con que hay algunos a los que les gustan las huesudas, me ocuparé líneas abajo de esos casos y de explicar por qué no los pongo en el grupo de los hombres.
Deseo que Christina logre cambiar puntos de vista femeninos con el mensaje que está tratando de enviar, pero mientras espero a ver qué sucede con ello, me ha parecido necesario abordar superficialmente el porqué de lo encontrado de las visiones estéticas entre hombres y mujeres. Me indujo a ello uno de los comentarios bajo las fotos de la cantante, el cual, además de causarme mucha gracia, me puso a pensar. Resulta que uno de tantos anónimos de la red sentenció que los únicos culpables de que las mujeres estuvieran obsesionadas con adelgazar eran los modistos gays, para quienes las féminas no significan otra cosa que perchas animadas en las cuales colgar sus diseños. Lo de animadas, he de aclarar, ya es agregado mío, pues aunque coincido en el comentario creo que a los susodichos creadores de modas sí les interesa que las modelos con cuerpo de refugiada en campo de concentración se muevan para lucir sus creaciones.
Antes de proseguir quiero aclarar que si bien no soy parte de la hipocresía contemporánea, donde un tergiversado concepto de tolerancia es usado como banderita estúpida por medio mundo, tampoco tengo ninguna clase de problema con que las personas sean lesbianas, gays, transexuales, transgéneros (LGBT) y todo lo demás que se vaya acumulando. La homosexualidad y casi todas las demás costumbres sexuales han existido siempre, y la homosexualidad en sí no es el problema (no para mí: insisto). Los problemas son otros, como el exhibicionismo o la pretensión de condicionar a seres inocentes hacia una conducta determinada, pero como esos temas son más escabrosos y harina de otro costal, los dejo por ahora. Quería aclarar que no soy lo que llaman homofóbico, palabra que por cierto significa lo contrario a lo que quieren expresar (homofóbico denota odio a lo que es igual; para los LGBT y anexas resultaría mucho más adecuado hablar de heterofobia, que implica odio a lo que es diferente). Lo aclaro porque nunca falta gente simplona que al más mínimo cuestionamiento a una costumbre en boga levante de inmediato la referida banderita y se lance furiosa a censurar al “intolerante”.
Sin pretensiones de hacer un estudio sociológico serio, me pareció muy divertido compartir la idea de que los homosexuales realmente se hayan confabulado a nivel mundial para destruir la belleza natural de la mujer, seguramente impelidos por la frustración que les provoca no poder competir con la misma. Para dejar claro el punto, si hoy en día un escuálido jovencito gay se quiere parecer a Belinda, con los millones necesarios lo conseguirá sin mayores dificultades. Si la tendencia de nuestra heroína en turno (Christina) prevaleciera como modelo de belleza, el mismo sujeto debería gastar 10 veces más en cirujanos y kilos de silicón para que de todos modos termine pareciéndose más a Jaime Camil vestido de “Eva” o acabe con las nalgas “ponchadas” como Alejandra Guzmán. Y creo que eso es exactamente lo que les molesta. Tal vez para los gays cada mujer a dieta es una enemiga menos en la lucha por conquistar hombres. Si alguien me baja de intolerante a loco, solo les recuerdo que apoyo mi teoría en el hecho de que Miss Universo ya no es solo para mujeres. El estereotipo de la mujer plana y con piernas de maratonista ha visto su culmen en la participación de quienes antes de ninguna manera hubieran podido parecerse, por ejemplo, a una Ana Bertha Lepe o a una Christiane Martel.
Yo me sumo entonces, a los que aplauden a Christina. Ella desafía los implacables dictados de la moda impuesta por quienes quieren rendir por hambre a las rivales femeninas. Son los mismos que pretenden hacernos creer que Leonardo da Vinci ocupaba su cerebro brillante en fantasías con mozalbetes o que Alejandro Magno pudo conquistar el Imperio Persa careciendo de toda hombría. Sin meterme a afirmar o negar cualquier hábito sexual de ambos, es un hecho irrefutable que hay quienes quieren enfatizar en ese aspecto para que, una de dos: o dejemos de admirar lo que hicieron o creamos que sus habilidades eran producto de sus hábitos bajo las sábanas. Si tengo la razón, para las mujeres las opciones son clarísimas: o siguen el dictado de los modistos gays o imitan a Christina. E imitarla no significa ser como ella. Significa aceptarse como cada quien es. Estar a gusto con el cuerpo que tienen. Esto no es una apología de la gordura o de la voluptuosidad. Si una mujer es delgada por naturaleza, así que se quede. Si es voluptuosa, también. Y si quiere bajar unos kilitos, hacer ejercicio, estar sana, pues qué bueno. Verlas en los huesos, comiendo un jitomate al día, es lo que nadie quiere. Y si las mujeres conocen hombres que se decantan por esa tendencia, les recomiendo dejarlos ir de inmediato. El “hombre” al que le gustan los cuerpos de percha animada no tardará en andar de la manita con otro “varón” que piense igual.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home